06 de Febrero de 2014
| MITOS SOBRE LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD EN EL PARAGUAY (2 y final)Importante reducción de brecha entre ricos y pobres
La tendencia al alto crecimiento económico, cimentada en el sector
agropecuario, no solo está generando una consistente reducción de la
pobreza en el país, particularmente en el sector rural, como argumentaba
ayer, en la primera parte de esta entrevista, el Dr. Wagner Enis Weber,
investigador de la Fundación Getulio Vargas. También está provocando
una sensible reducción de la desigualdad a nivel nacional,
específicamente en el interior. Los datos ponen en serio entredicho
recientes publicaciones de la Cepal y de entidades locales como el
Cadep.
/ ABC Color
–No lo sostengo yo, está en el indicador de desigualdad del Banco Mundial, con datos extraídos también de las Encuestas Permanentes de Hogares (EPH) de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC). En 2002, que fue el año base, Paraguay tenía un índice Gini (con el que se mide la desigualdad) de 56,7. En 2010, el índice Gini fue de 52,4 (ver http://povertydata.worldbank.org/poverty/country/PRY). Estamos hablando de una reducción de la desigualdad del 7,5 por ciento en ocho años, la segunda mayor caída en América Latina después de Brasil. El sector más pobre de la población aumentó su participación en el ingreso de 2,5 por ciento en 2002 a 3,3 por ciento en 2010, una mejoría de más del 30 por ciento. Mientras que la participación del sector más rico cayó del 60 por ciento al 56 por ciento en el mismo período.
–¿Y por qué se dice que aumentó la desigualdad?
–Hace poco la Cepal publicó que estaba aumentando la desigualdad en Paraguay, pero nosotros buscamos la fuente de sus datos y no la encontramos, nadie sabe de dónde salieron esos números.
También el Cadep, la organización ligada al exministro Dionisio Borda, publicó algo similar, pero usó los datos de Asunción y los proyectó a nivel nacional. Porque en Asunción capital sí aumentó la desigualdad, no así en el resto del país.
–Suena un poco paradójico.
–Hay que preguntarse por qué subió la desigualdad en Asunción, y la respuesta es que el aumento de los ingresos tributarios de los últimos años fue en gran medida a parar a los bolsillos de los 48.000 funcionarios públicos que trabajan en Asunción, en especial de los 24.000 que trabajan directamente en el Poder Judicial, el Congreso y los ministerios. En la última EPH se observa un incremento de más del 80 por ciento en el ingreso medio de ese segmento de la población.
–¿Por qué eso hace que haya más desigualdad en Asunción?
–Sencillamente porque no ha habido un incremento equivalente de los ingresos de los trabajadores del sector privado. En 2008, un funcionario público en Asunción ganaba en promedio 6,8 por ciento más que uno privado. Para 2012, esa diferencia se amplió a 66,3 por ciento. Ambos datos son de las EPH. Dicho sea de paso, uno de los responsables de esta concentración de ingresos es precisamente Dionisio Borda, quien estuvo a cargo del presupuesto hasta hace poco.
–¿Y por qué baja la desigualdad a nivel nacional?
–Una vez más, por el crecimiento de los agronegocios.
–Muchos cuestionarían esa afirmación.
–Lo que ocurre es que el crecimiento del sector agrícola en Paraguay, y por tanto sus beneficios, están muy concentrados en el interior. Beneficia tanto a las industrias del interior, vaya usted, por ejemplo, a Campo 9, como al comercio de las ciudades del interior, vaya usted a Caaguazú, Coronel Oviedo, Santa Rita, por ejemplo. Y, como ya dijimos (ver publicación de ayer), las encuestas de hogares muestran que la mayor parte de la población del interior hoy trabaja en los sectores secundario y terciario.
–Aparte de la generación de divisas.
–Ese es un punto muy importante. Los agronegocios son los más grandes generadores de dólares del Paraguay. Gracias al crecimiento de este sector se pudo mantener fuerte y estable el guaraní en relación con el dólar. El ingreso en dólares del trabajador paraguayo medio casi se triplicó en los últimos diez años. Como muchos productos de consumo en Paraguay están directamente atados al dólar, los bienes durables (electrodomésticos, autos, motos, teléfonos, etc.), por ejemplo, eso hace que el poder de compra de la gente crezca, lo cual reduce la pobreza y la desigualdad.
–Lo que se suele escuchar es que es un sector que se lleva afuera todo lo que gana.
–Aproximadamente dos tercios de los dólares que generan los agronegocios se quedan en el entorno de las fincas productivas, solo alrededor de un tercio se va con los agroexportadores.
–Parte se reinvierte, parte se ahorra, parte se gasta.
–En el ahorro hay otro punto muy importante. El sector de agronegocios es el más grande aportante al crecimiento del sector financiero en Paraguay. Sin este sector no podría haber crecido el crédito en Paraguay de la manera como lo hizo. Entonces mucha de esa gente que accedió a créditos o a financiación, incluidos los pobres, lo hizo porque hubo ingreso de dinero proveniente del sector primario.
–Y también el productor gasta en su zona.
–Absolutamente. El productor no viene a Asunción a comprar su auto, su tractor, sus insumos, sus provistas, sus lubricantes, sus materiales de construcción. Él compra en su zona de influencia, ahí genera empleos, ahí distribuye sus ingresos, ahí ayuda a reducir la pobreza y la desigualdad.
–¿Eso es algo comprobable?
–Mire, los dos estados de menos pobreza y desigualdad en Brasil son, primero Santa Catarina y segundo, Paraná. ¿Cuál es la característica de Paraná? Es la capital brasileña de los agronegocios. El año pasado produjo 36 millones de toneladas de granos, con un territorio equivalente a la Región Oriental de Paraguay.
–¿Qué deberíamos imitar de Paraná?
–Una diferencia importante es que allí los productores están casi todos cooperativizados, mientras que en Paraguay solamente un tercio lo está. Y en Paraná, quien no planta granos planta caña dulce, y acá en Paraguay justamente lo que falta más es que los campesinos también entren al agronegocio. Las organizaciones campesinas lo que están haciendo es tratar de evitar que eso pase, pareciera que quieren impedir que el pequeño y el mediano productor paraguayo mejore su vida.
–¿Tiene el pequeño productor el capital y el conocimiento como para incorporarse?
–Por eso es necesaria la cooperativización de esa gente. No son solo los brasiguayos los que están en el agronegocio, están los menonitas, la gente de Itapúa, los japoneses, muchos típicos paraguayos, hay mucha gente, de muy distintos orígenes, que ha prosperado con los agronegocios en el país. Todos estos pueden transferir sus conocimientos e incluso su capital a cooperativas de campesinos. Hay ya muchas experiencias exitosas. La cooperativa Colonias Unidas, por ejemplo, va a instalar un frigorífico de suinos en una zona pobre de San Pedro con granjas integradas. Ese es justamente el modelo del estado de Paraná.
–¿Se refiere a la cooperación?
–A eso y a que el estado de Paraná ya casi no exporta granos, exporta carne, de pollo y de cerdo, y las principales exportadoras son las propias cooperativas de producción, que en 2012 totalizaron 18.000 millones de dólares en ventas. El 65 por ciento de ese total provino de la industrialización de los productos primarios por ellos mismos. Y ese proceso comenzó hace apenas poco más de diez años. El Gobierno de Paraguay, además de sus asociaciones público-privadas, debería promover que los productores más grandes vengan con sus tractores, sus cosechadoras a ayudar a los más pequeños y trabajar juntos, estoy seguro que lo harán con gusto, porque todos saldrán ganando.
–Sin embargo, aquí se cuestiona el modelo, se considera que es excluyente y empobrecedor.
–Paraguay está desperdiciando una gran oportunidad de acabar con la pobreza incentivando a la gente del interior a producir más, cooperativizarse e industrializarse. Se condena sin razón alguna a un modelo que sí reduce la pobreza, que sí reduce la desigualdad. Creo que en gran medida es por desconocimiento, por falta de datos confiables y realistas. Un país sin datos reales es un país sin posibilidad de planificación. El presidente Cartes se propuso reducir a la mitad la pobreza extrema durante su mandato, pero ni siquiera se conoce a fondo el problema.
–La Secretaría Técnica de Planificación está por implementar un programa para registrar a los pobres, ¿lo considera útil?
–Por supuesto que es útil. Como primera medida se tiene que saber cuántos pobres hay, pero también hay que saber quiénes son y dónde están. Solo así se pueden desarrollar políticas efectivas, asegurándose de que cada dólar que se invierta en la reducción de la pobreza llegue a donde tiene que llegar, sin desviar recursos hacia personas que no están en esa situación.
–¿Son provechosos los programas de transferencias directas de dinero para combatir la pobreza?
–Estoy terminando un trabajo que demuestra que no. Brasil tiene cifras oficiales de bajo desempleo, pero hay evidencias de que es una farsa. Entre 1992 y 2013, el instituto de estadística de Brasil reportó que los estados donde casi no hubo transferencias, que son los estados del sur, alcanzaron una tasa de desocupación de 4 por ciento en promedio. En cambio, los estados del norte y nordeste, que acapararon casi el 90 por ciento de las transferencias condicionadas, están con una tasa de desocupación de más de 10 por ciento, y con una tasa de actividad de poco más de 50 por ciento. Quiere decir que en esos estados la mitad de las personas en edad de trabajar no está buscando trabajo y no participa en la población económicamente activa. De la mitad restante, un 10 por ciento está desocupada.
–¿Esto tiene que ver con las transferencias?
–Hay muchas empresas que intentaron instalarse en el nordeste, aprovechando los incentivos fiscales, y no pudieron prosperar porque no obtuvieron mano de obra, la gente allá ya no quiere trabajar, trabaja un poco, deja el empleo, no aparece. Eso es porque las transferencias acostumbran a la gente a depender del Estado y a convivir con el mínimo, no busca mejorar la vida.
–Pero, al menos como principio, ¿está mal dar una pequeña ayuda a gente en pobreza extrema y que no tiene muchas oportunidades?
–Se pueden buscar otros mecanismos. Por ejemplo, usted empresario contrata a 50 pobres extremos y el Estado les paga un pequeño sueldo durante un tiempo, hasta que aprendan el oficio. En cambio hoy en día en Brasil estamos con millones de personas que ni estudian, ni trabajan, ni quieren estudiar, ni quieren trabajar.
Un llamativo cambio de valores en 2008
Como se señalaba en la primera parte de esta entrevista, publicada ayer, en 2008 la Dirección General de Estadística Encuestas y Censos, entonces a cargo de Zulma Sosa, procedió a un “cambio de metodología” en el cálculo de la pobreza. Dicho cambio consistió simplemente en aumentar el precio de la canasta básica de alimentos y la canasta básica de consumo para el área rural y reducir el de las canastas para el área urbana.
El resultado inmediato fue una aparente caída de la pobreza total y de la pobreza extrema en el área urbana y una fuerte disparada de ambos indicadores en el área rural. En esta última, la pobreza total, que debió haber sido de 32,7 por ciento con los anteriores valores, pasó de la noche a la mañana al 48,8 por ciento, lo que representa un incremento de nada menos que del 50 por ciento. La pobreza extrema, entretanto, pasó de 14,3 por ciento a 19 por ciento.
En la misma exposición de motivos de aquel trabajo se reconoce que los cambios se hicieron a raíz de “una serie de resultados inesperados obtenidos en las encuestas más recientes, como los menores niveles de pobreza rural respecto a la urbana”. En vez de intentar explicar el fenómeno, sencillamente cambiaron los números.
El proceso de revisión comenzó durante el gobierno de Nicanor Duarte Frutos en febrero de 2008 y concluyó ya con los resultados de la encuesta de ese año, durante el gobierno de Fernando Lugo
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