Ing. Agr. (M.Sc.) Alfredo S. Molinas M.; Asesor Especialista, con experiencia por más de 30 años en temas Agroambientales y como Ex ministro de Ambiente y Ex Agricultura y Ganadería de Paraguay, juntamente con Ing. Esteban Vasconsellos productor activo en el Chaco paraguayo y SOCIO de la Asociación Rural del Paraguay (ARP); realizaron una lectura compresiva sobre un material didáctico sobre los “SISTEMAS AGROPECUARIOS EN EUROPA VERSUS AMÉRICA LATINA, HISTORIA, DESARROLLO Y REALIDADES SOBRE EL USO DE SUS RECURSOS NATURALES Y EL MEDIO AMBIENTE”; en cuyo análisis ambos observamos y reflexionamos donde ubicar a nuestro país en el marco del América Latina.
Existen fuerte presiones de países desarrollados carácter internacional de las convenciones de las Naciones Unidas afectan nuestros sistemas de producción agrícolas que provienen del uso de nuestros recursos naturales productivos
Comparación de los Sistemas
Agropecuarios de Europa y América Latina: Desarrollo Histórico,
Industrialización, Políticas de Subsidios, Emisiones de Gases de Efecto
Invernadero y Desafíos de Cumplimiento de Compromisos Ambientales |
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Los
sistemas agropecuarios de Europa y América Latina han evolucionado en
contextos históricos, económicos y sociales distintos, lo que ha llevado a
diferencias significativas en su desarrollo, industrialización, sumadas a las
políticas de subsidios principalmente en Europa. Además, la evolución de cada
región en términos de Producto Interno Bruto (PIB), ingreso per cápita y
desarrollo económico general ha influido directamente en sus modelos
agropecuarios y sus impactos ambientales, especialmente en cuanto a las emisiones
de gases de efecto invernadero (GEI). Estas diferencias son especialmente
relevantes en el contexto del Acuerdo de París, cuyo Artículo 2 reconoce el
principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, destacando que,
aunque todos los países deben contribuir a mitigar el cambio climático, sus
obligaciones deben ser acordes a sus capacidades y circunstancias nacionales. |
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UNION EUROPEA |
AMERICA LATINA |
Desarrollo Histórico del Sector
Agropecuario |
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En
Europa, el desarrollo agropecuario se consolidó a partir de la Revolución
Agrícola en los siglos XVII y XVIII, cuando se introdujeron innovaciones
técnicas que aumentaron la productividad y permitieron alimentar a una
población en rápido crecimiento. Este proceso de transformación agrícola fue
acompañado por la Revolución Industrial a partir del siglo XIX, que aceleró
la mecanización y el uso de insumos químicos. Para el siglo XX, Europa ya
había alcanzado una alta productividad agrícola con una superficie cultivada
estabilizada. Esta evolución temprana permitió que el sector agropecuario
europeo se integrara estrechamente en economías industriales, contribuyendo a
la acumulación de riqueza y a un alto nivel de ingreso per cápita en la
región. |
En
América Latina, en cambio, el desarrollo del sector agropecuario fue más
tardío y desigual. Aunque en el siglo XIX algunas economías latinoamericanas,
como Argentina y Brasil, ya tenían una orientación agroexportadora, la
modernización efectiva del sector se dio recién entre las décadas de 1960 y
1980, con la adopción contante y hasta el día de hoy de nuevas tecnologías
agrícolas y ganaderas. Este proceso se caracterizó por la expansión de la
frontera agrícola y la integración de nuevos territorios para la producción
de cultivos y ganadería. No obstante, la falta de infraestructura, el acceso
limitado a créditos y la inestabilidad política limitaron o lo hicieron
inconstante en su desarrollo. A diferencia de Europa, el sector agropecuario
en América Latina ha seguido siendo un motor económico crucial en muchas
economías, especialmente en países con menores ingresos per cápita. |
Industrialización General y del Sector
Agropecuario |
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La
industrialización en Europa comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII con
la Revolución Industrial, impulsando una transformación económica profunda
que no solo incluyó la industria, sino también la agricultura. La
mecanización del campo y el uso de nuevas tecnologías aumentaron la
productividad, permitiendo a Europa alcanzar altos niveles de ingreso per
cápita y un crecimiento sostenido del PIB. Para inicios del siglo XX, la
mayor parte de Europa había completado su transición hacia una economía industrializada,
con una agricultura eficiente y con menor peso relativo en la estructura
económica. |
En
América Latina, la industrialización llegó mucho más tarde y fue más
heterogénea. Aunque algunos países como Argentina, México y Brasil
experimentaron un proceso de industrialización significativo a partir del
tercer cuarto del siglo XX, la región en su conjunto ha dependido fuertemente
de sus sectores primarios, incluyendo la agricultura, ganadería y la minería.
En el sector agropecuario, la mecanización y modernización han sido
desiguales, con muchas áreas rurales todavía en desarrollo y con aplicación
de nuevas tecnologías a partir de este siglo XXI, principalmente en los
medianos y pequeños productores, generando oportunidad para que este sector
salga de la pobreza. |
Políticas de Subsidios y Apoyo al
Sector Agropecuario |
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En
Europa, la creación de la Política Agrícola Común (PAC) en 1962 marcó el
inicio de un sistema estructurado de subsidios para el sector agropecuario,
que buscaba estabilizar los mercados, asegurar la seguridad alimentaria y
mantener un nivel de vida adecuado para los agricultores. Durante las décadas
de 1980 y 1990, la PAC representó una parte sustancial del presupuesto
comunitario, apoyando a un sector que ya había alcanzado altos niveles de
productividad y contribuyendo a un nivel de ingreso per cápita significativamente
elevado. Las reformas posteriores, que promovieron prácticas sostenibles, se
alinearon con el alto desarrollo económico y el contexto industrializado de
la región. |
En
América Latina, las políticas de apoyo estatal han sido menos estructuradas y
consistentes. Durante las décadas de 1960 y 1970, muchos países implementaron
programas de reforma agraria, créditos subsidiados y asistencia técnica con
el fin de modernizar el sector. Sin embargo, estos esfuerzos se vieron
debilitados por la falta de continuidad política, la crisis de la deuda de
los años 1980 y las políticas de ajuste estructural. El resultado fue un
apoyo limitado al sector agropecuario en comparación con Europa, reflejando
también un menor ingreso per cápita y una estructura económica con alta
dependencia de los productos primarios. |
Emisiones de Gases de Efecto
Invernadero (GEI) |
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Las
diferencias en el desarrollo económico, la industrialización y el ingreso per
cápita también se reflejan en el impacto ambiental de cada región,
particularmente en las emisiones de GEI. |
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Europa,
al haber alcanzado un desarrollo agrícola temprano y haber implementado
políticas de subsidios y sostenibilidad, ha logrado reducir sus emisiones
agropecuarias en las últimas décadas. Las emisiones del sector agropecuario,
representan una proporción menor del total de emisiones europeas, que están
más concentradas en sectores como la industria y el transporte. Su alto nivel
de subsidios y facilidad de financiamiento permite a los países europeos el
uso de tecnologías y prácticas sostenibles. |
En
América Latina, la expansión de la frontera agrícola y ganadera ha sido una
fuente significativa de emisiones de GEI, especialmente a través del cambio
de uso de la tierra. El cambio de uso a partir de los bosques para la
expansión agrícola libera grandes cantidades de dióxido de carbono. Además,
la ganadería intensiva genera metano, un gas de efecto invernadero mucho más
potente que el dióxido de carbono, aunque de menor duración. Este
impacto ambiental está vinculado a la necesidad de crecimiento económico en
países con menores ingresos per cápita y un desarrollo industrial menos
avanzado. |
Desafíos de Cumplimiento de los
Compromisos Ambientales bajo el Acuerdo de París |
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El
Acuerdo de París, en su Artículo 2, establece el principio de
“responsabilidades comunes pero diferenciadas”, reconociendo que, aunque
todos los países deben contribuir a mitigar el cambio climático, sus
responsabilidades deben ser acordes a sus capacidades y circunstancias
nacionales. Este principio es especialmente relevante cuando se comparan las
realidades de Europa y América Latina en términos de sus compromisos
ambientales. |
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Europa
cuenta con ventajas significativas al enfrentar los desafíos del cambio
climático. Su alto nivel de desarrollo económico y tecnológico le permite
implementar políticas ambiciosas para reducir las emisiones de GEI. Las
inversiones en innovación tecnológica, la infraestructura adecuada y el
acceso a financiamiento son factores que facilitan el cumplimiento de los
objetivos ambientales. Además, la PAC ha incorporado medidas específicas para
reducir el impacto ambiental del sector agropecuario. Sin embargo, la región
todavía enfrenta desafíos para equilibrar la producción agrícola con la
sostenibilidad ambiental, especialmente en un contexto de creciente presión
para reducir las emisiones en todos los sectores de la economía. Por
otro lado, América Latina se enfrenta a obstáculos significativos para
cumplir con los mismos compromisos ambientales que Europa. Los países de la
región tienen, en promedio, menores ingresos per cápita, una infraestructura
menos desarrollada y menos acceso a tecnologías. La expansión agrícola y
ganadera sigue siendo una estrategia fundamental para el crecimiento
económico, lo que dificulta la implementación de medidas estrictas y muchas
veces injustas en la reducción de emisiones. Además, el cambio de uso de la
tierra, que es una de las principales fuentes de emisiones en la región,
responde a realidades sociales y económicas que requieren un enfoque integral
para su compresión. La necesidad de conciliar el desarrollo económico con la
protección ambiental es un desafío constante para la región. |
América
Latina busca seguir implementado un modelo de desarrollo que equilibre la
expansión agrícola y ganadera con la preservación de sus ecosistemas y la
reducción de emisiones, en un contexto de menores recursos económicos y
necesidad de crecimiento. El principio de responsabilidades comunes pero
diferenciadas del Acuerdo de París subraya que, aunque ambas regiones deben
contribuir a la lucha contra el cambio climático, sus compromisos y esfuerzos
deben reflejar sus capacidades y realidades. A medida que ambas regiones
buscan cumplir con sus objetivos climáticos, será crucial que adapten sus
políticas agropecuarias para balancear las emisiones y promover un desarrollo
rural sostenible, teniendo en cuenta sus contextos económicos y sociales
específicos, y asegurando que las acciones climáticas sean equitativas y
efectivas. |
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