Ing. Agr. (M.Sc.) Alfredo S.
Molinas M.; Asesor Experto y Especialista, con experiencia por más de 30 años
en temas Agroambientales y como Ex ministro Secretario de Ambiente y Ex ministro
de Agricultura y Ganadería de Paraguay, deseamos compartir con ustedes parte de
la “CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE
LA CASA COMÚN”; para el llamado a la reflexión a los visitantes de este BLOG
para donde apunta nuestro Desarrollo Sostenible.
CARTA ENCÍCLICA LAUDATO
SI’ DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN
1.- Hace más de cincuenta años,
cuando el mundo estaba vacilando al fio de una crisis nuclear, el santo Papa
Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una
guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz.
2.- Dirigió sumensaje Pacem in
terris a todo el «mundo católico», pero agregaba «y a todos los hombres de
buena voluntad». Ahora, frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme
a cada persona que habita este planeta.
3.- En mi exhortación Evangelii
gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso
de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento
especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.
4.- Ocho años después de Pacem in
terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica,
presentándola como una crisis, que es «una consecuencia dramática» de la
actividad descontrolada del ser humano: «Debido a una explotación inconsiderada
de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez
víctima de esta degradación».
5.- También habló a la FAO sobre la
posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la
civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de un cambio
radical en el comporta miento de la humanidad», porque «los progresos científicos
más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento
económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso
social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre».
6.- San Juan Pablo II se ocupó de
este tema con un interés cada vez mayor. En su primera encíclica, advirtió que
el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente natural, sino
solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo».
Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global.
7.- Pero al mismo tiempo hizo notar
que se pone poco empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una
auténtica ecología humana».6 La destrucción del ambiente humano es algo muy
serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su
propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación.
8.- Toda pretensión de cuidar y
mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos
de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy
la sociedad».
9.- El auténtico desarrollo humano posee
un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también
debe prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada
ser y su mutua conexión en un sistema ordenado». Por lo tanto, la capacidad de transformar
la realidad que tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la
donación originaria de las cosas por parte de Dios.
10.- Mi predecesor Benedicto XVI
renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las disfunciones
de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen
incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente».
11.- Recordó que el mundo no puede
ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la
naturaleza es uno e indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la
sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc.
12.- Por consiguiente, «la
degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela
la convivencia humana». El Papa Benedicto nos propuso reconocer que el ambiente
natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable.
13.- También el ambiente social
tiene sus heridas. Pero todas ellas se deben en el fondo al mismo mal, es
decir, a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras
vidas, por lo cual la libertad humana no tiene límites.
14.- Se olvida que «el hombre no es
solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí
mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza». Con paternal
preocupación, nos invitó a tomar conciencia de que la creación se ve
perjudicada «donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el
conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para
nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya
ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros
mismos».
15.- Estos aportes de los Papas
recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y
organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre
estas cuestiones.
16.- Pero no podemos ignorar que,
también fuera de la Iglesia Católica, otras Iglesias y Comunidades cristianas
–como también otras religiones– han desarrollado una amplia preocupación y una
valiosa reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos.
17.- Para poner sólo un ejemplo
destacable, quiero recoger brevemente parte del aporte del querido Patriarca
Ecuménico Bartolomé, con el que compartimos la esperanza de la comunión
eclesial plena.
18.- El Patriarca Bartolomé se ha
referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus
propias maneras de dañar el planeta, porque, «en la medida en que todos generamos
pequeños daños ecológicos», estamos llamados a reconocer «nuestra contribución
– pequeña o grande – a la desfiguración y destrucción de la creación».
19.- Sobre este punto él se ha
expresado repetidamente de una manera firme y estimulante, invitándonos a
reconocer los pecados contra la creación: «Que los seres humanos destruyan la
diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la
integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra
de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos
contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados. Porque «un crimen
contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra
Dios».
20.- Al mismo tiempo, Bartolomé
llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas
ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino
en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los
síntomas.
21.- Nos propuso pasar del consumo
al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de
compartir, en una ascesis que «significa aprender a dar, y no simplemente
renunciar. Es un modo de amar, de pasar
poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es
liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia».
22.- Los cristianos, además,
estamos llamados a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de
compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde
convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle
contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último
grano de polvo de nuestro planeta».
23.- No quiero desarrollar esta
encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre
como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma.
24.- Creo que Francisco es el
ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología
integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los
que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no
son cristianos.
25.- Él manifestó una atención
particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados.
Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal.
Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía
con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte
hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia
con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
26.- Su testimonio nos muestra
también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que
trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con
la esencia de lo humano.
27.- Así como sucede cuando nos
enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más
pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las
demás criaturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.