Ing. Agr. (M.Sc.) Alfredo
Silvio Molinas Maldonado; exministro de Agricultura y Ganadería (MAG) y exsecretario
del Ambiente(SEAM hoy MADES) y actualmente Asesor Agroambiental Especializado
de la Unión de Gremios de la Producción (UGP) y de la Presidencia de la
Universidad San Carlos (USC) – Creo conveniente poner a conocimiento de los
visitantes de este BLOGS el contenido del “MARCO DE POLÍTICA DEL SECTOR
AGROPECUARIO (MPSA) 2020 – 2030 – MINISTERIO DE AGRICULTURA Y GANADERÍA (MAG) –
ELABORADO POR LA DIRECCIÓN GENERAL DE
PLANIFICACIÓN (DGP)”.
Como Asesor
Agro-ambiental Especializado de la Unión de Gremios de la Producción (UGP) y de
la Presidencia de la Universidad San Carlos (USC); no me queda más que
felicitar al Ministro de Agricultura y Ganadería (MAG) en la persona del Ing.
Agr. Santiago Bertoni por tan importante documento oficial sobre el “MARCO DE
POLÍTICA DEL SECTOR AGROPECUARIO (MPSA) 2020 – 2030 – MINISTERIO DE AGRICULTURA
Y GANADERÍA (MAG) – ELABORADO POR LA DIRECCIÓN
GENERAL DE PLANIFICACIÓN (DGP)”. A continuación, se presenta parte del material
publicado oficialmente, pero que se presenta en forma inextenso en las páginas
oficiales del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) de Paraguay para su
revisión y consulta
Presentación:
La política para el
sector agrario es el principal documento orientador, en el marco de las
acciones ordenadas, transparentes y eficientes de las instituciones,
concordante con las decisiones de los agentes productivos del sector agrario
durante el periodo 2020 a 2030.
La construcción de este
documento se realizó mediante el liderazgo conjunto entre el SIGEST y la DGP;
igualmente en estrecha colaboración con los presidentes de las autarquías y con
sus equipos de planificadores en varias mesas de trabajo, así también con otras
instancias del MAG, especialistas nacionales y el apoyo brindado por el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), a través de un proceso de diálogo y
análisis profundo.
Se presenta un
diagnóstico del desempeño del sector y de la economía en su conjunto, los
objetivos estratégicos propuestos para enfrentar los desafíos y prioridades del
actual periodo de gobierno. Además, de los lineamientos, los cuales hacen
referencia al rol que cada institución del sector y de las instituciones
aliadas, cuyos compromisos hacen al logro de los objetivos.
En conclusión, estoy
convencido de que este trabajo representa un importante aporte a que las
instituciones públicas creen las condiciones para favorecer y potenciar la
sinergia entre los actores del sector agropecuario.
DESAFÍOS
PARA EL DESARROLLO DEL SECTOR AGRARIO AMPLIADO
Paraguay es
una economía pequeña y el mercado internacional ofrece oportunidades para lograr
rendimientos a escala, que estimulan impulsos de productividad requeridos para
ser
competitivos en este ámbito del comercio. Esto implica una
dinámica de crecimiento que seguirá
siendo, básicamente de exportador o de sustituidor eficiente de importaciones,
por
lo que resulta pertinente que el Estado disponga políticas
orientadas hacia el desarrollo de cultivos
más dinámicos.
En este
sentido, uno de los desafíos para la producción
agrícola se orienta hacia el incremento de la productividad por unidad de superficie, que debe ser
abordado de tal manera, que sus efectos alcancen al conjunto de los
productores, tanto en la fase primaria como en lo que se relaciona con la
industrialización.
Esto es
válido para el cultivo de soja, que si bien existen áreas productivas que
muestran niveles de producción por hectárea comparables con buenos registros de
Uruguay, Brasil o Argentina, será necesario desarrollar acciones que permitan
difundir los avances tecnológicos a los territorios que recientemente se han
ido incorporando a este cultivo.
Por su parte,
al considerar la soja como materia prima para aceites o pellets, se observa que
los propios productores han asumido la responsabilidad de modernizar la
producción para ser competitivos.
A diferencia
de lo que se observa en la soja, en el maíz se ha producido un aumento en los rendimientos
casi en la misma proporción que los incrementos logrados en la producción por la
incorporación de superficie. Debería recogerse la experiencia de estos
productores para extender sus adopciones de tecnología a los productores de la
AF, para lo cual, a los organismos de investigación y extensión del Estado, les
cabe un rol clave. Asimismo, es de importancia seguir expandiendo la industrialización
de maíz de manera a beneficiar a los pequeños y medianos agricultores de este
grano, dando mayor valor agregado a la producción primaria.
En el caso del trigo,
cabría tener en cuenta su condición de segundo cultivo anual, lo que debería significar un análisis específico de costo
beneficio al momento de seleccionar tecnologías para su desarrollo. En efecto,
las particularidades del clima y de las condiciones agroecológicas de Paraguay,
permiten que en un mismo año se puedan realizar dos producciones, que combinen soja
con maíz o soja con trigo, por ejemplo, lo que es recomendable desde un punto
de vista de desarrollo de sistemas productivos que ajustan sus ciclos para
mejorar la calidad de la tierra.
Esta condición, sin duda
mejora para todos los cultivos la relación de costos, puesto que disminuye el
impacto de la renta de la tierra en el análisis económico.
En arroz, se observaban
rendimientos bastantes parejos entre los productores mayores de 50 ha. Lo
anterior podría considerarse como una evidencia de que se trata de un rubro en ascenso
en su producción y que podría tener impacto si es adoptado por pequeños
productores, debidamente acompañados en esta opción.
Si se considera en la
modalidad de producción bajo riego y el Estado se compromete en impulsar inversiones
prediales, que complementen las actividades de adopción tecnológica, es
probable que los productores puedan acceder a resultados económicamente
atractivos.
Esto debería estudiarse
en términos muy concretos con experiencias en fincas, para que este tipo de
políticas alcance a productores de la AF.
El paquete tecnológico
del arroz requiere agua en casi todo el proceso productivo, por lo que las
zonas de cultivo deben disponer de agua que luego será administrada según el
requerimiento del cultivo. En efecto, las zonas de cultivo del arroz
corresponden a varias cuencas hídricas, especialmente las del río Tebicuary, en
los departamentos de Caazapá, Itapúa y Misiones en el sur, mientras que en
Cordillera es la cuenca del río Manduvirá. Asimismo, en la cuenca media y alta
del río Paraguay, se encuentra en pleno auge la producción, específicamente en
los departamentos de Concepción y San Pedro.
La expansión e
intensificación del cultivo del arroz introduce dos elementos nuevos en la estructura agrícola del país: diversifica la agricultura
tecnificada con un rubro con tecnología y ciclo diferentes a la soja, lo que
implica agregar una fuente de ingresos y no compite con otros rubros, al
ubicarse fuera de su área de cultivo.
Considerando
la importancia cuantitativa que tiene el cultivo de la mandioca en la AF, y
teniendo en cuenta además que según estudios presenta un estancamiento en
materia de rendimientos, es del todo recomendable que los organismos técnicos
de investigación y adaptación tecnológica, así como los de sanidad vegetal,
dediquen recursos a su impulso productivo, puesto que involucra parte del
consumo nacional y además tiene un nexo que puede ser relevante con la agroindustria
que también puede innovar en sus procesos.
En general,
desde un punto de vista de los bienes públicos que aporta el Estado cabe el
diseño de políticas específicas que, en acuerdo con las organizaciones que
disponen los productores, permita mantener la dinámica de crecimiento de los
rubros para lograr impactos positivos en la población rural, que crecientemente
debería ser parte de quienes participen de este desarrollo productivo.
Con relación
a la producción pecuaria, el mayor
desafío se centra en mejoras tecnológicas que permitan aumentar la tasa de
extracción, lo que claramente está asociado a aumentar la inversión en los
predios, ya sea, incorporando el confinamiento (feedlot) como sistema de engorde,
la incorporación de genética de mayor rendimiento u otras formas tecnológicas
de manejo del hato ganadero.
Aún existen
brechas de productividad significativas con respecto a los países de la región.
Por ejemplo, en Paraguay, la tasa de procreo bovino -porcentaje de terneros
destetados- alcanza aproximadamente 46%, valor inferior al del resto de los
países del MERCOSUR con niveles promedio del 61% (SIGOR SENACSA, 2017).
Por otra
parte, el promedio nacional de tasa de extracción en 2016 – porcentaje de faena
en frigoríficos sobre la población bovina controlada por los servicios
veterinarios oficiales es del 15% anual, mientras que el promedio para los
países de la región alcanza el 24%. Asimismo, la productividad por hectárea y
por año en Paraguay alcanza 28 kg, mientras que en Brasil es de 49 kg, en
Argentina 34 kg y en Uruguay 40 kg.
Tanto el
crecimiento de la masa ganadera como de las exportaciones de carne hacen cada
vez más imperiosa la necesidad de encontrar mercados para sus productos. Esto
hace relevante disponer de certificaciones de calidad que garanticen el acceso
a mercados, cada vez más exigentes en materia de sanidad e inocuidad.
Al igual que
en agricultura, los desafíos se centran en el impulso al desarrollo
tecnológico, un adecuado acompañamiento sanitario y estímulos a la formación y
expansión de agroindustrias que han mostrado un mayor dinamismo en los últimos
años.
En el sector forestal, un primer
desafío constituye actualizar los marcos legales con el propósito de diseñar
una estrategia de desarrollo de la cadena forestal en Paraguay. Para ello, se
requiere validar la macro regionalización del país, pues ambas regiones han
tenido trayectorias distintas y muestran un uso del suelo también muy
diferenciado. A partir de esa focalización, resulta necesario identificar las
áreas en que sea posible y conveniente establecer plantaciones forestales,
considerando las especies más apropiadas para los suelos y clima.
Complementariamente,
realizar los análisis de mercado prospectivo de manera tal que dicha estrategia
se asiente sobre una base de factibilidad económica. La estrategia debe
contener la definición de estándares de sustentabilidad físicos y naturales para
las plantaciones, del mismo modo que deben cumplir con test de viabilidad
económica para enfrentar las exigencias que se imponen a su establecimiento.
Tanto para
los bosques nativos, como para las plantaciones, cualquier estrategia que se proponga
debe considerar instrumentos de fomento, dado el escaso desarrollo sectorial.
Otro tema para considerar es determinar métodos de manejo para los tipos
forestales nativos de mayor potencialidad y con menores niveles de degradación.
El siguiente
desafío, es impulsar la investigación a fin de definir las modalidades de industrialización.
Para ello es conveniente, por una parte, vincular este esfuerzo con el diseño
de estímulos estatales y, por otra parte, el desarrollo de proyectos con
financiamiento especializado, de largo plazo, y atendiendo a las
características del sector. Ambos aspectos, tecnológicos y de estímulos a la
producción, deberían ser los pilares de esta estrategia de desarrollo forestal.
Adicionalmente
y como tercer desafío, cabe identificar las principales características de la deforestación
sobre: i) la productividad y cantidad de los bosques nativos; ii) la
conservación de la biodiversidad; y iii) sobre cambio climático, para elaborar
políticas que den respuesta a cada una de estas dimensiones del desafío en
función de las realidades territoriales.
Si bien,
estas líneas responden a los requerimientos de todo el sector ampliado, en
continuidad con las políticas que se vienen ejecutando por parte del Estado,
resulta necesario considerar particularmente a la Agricultura Familiar.
El sistema
productivo correspondiente a la
Agricultura Familiar20 , engloba a 250 mil
fincas menores a 50 ha y lo característico de este estrato es que los recursos
que disponen las familias campesinas no alcanzan para generar condiciones de
desarrollo productivo sostenibles. Después de muchos años en que el Estado, y
particularmente el MAG, ha dedicado recursos para su despegue, se puede
concluir, que más allá de algunas experiencias exitosas21 en general, la cobertura
alcanzada con los servicios que se presta es insuficiente y que los efectos de
las acciones que se realizan en términos de transferencia técnica, extensión y
organización de los pequeños productores, hasta ahora no han logrado revertir
las precarias condiciones de producción de este sector social y productivo.
“La
importancia socio económica de los productores identificados en este grupo con
una superficie de hasta 20 hectáreas corresponde al 83% del total de fincas
agropecuarias (241.182 unidades productivas) que conforman la base productiva
agraria del país, según el CAN 2008. Estas familias de productores reciben
servicios del MAG, con asistencia técnica y apoyos específicos relacionados a
la producción con una cobertura relativamente baja, en relación con el total,
siendo esta cobertura insuficiente y en muchos casos discontinua con poca
inversión en tecnología para mejorar la productividad en las unidades
productivas asistidas. Estos productores abastecen al mercado nacional, para la
provisión de mandioca, granos (maíz y poroto), hortalizas y otros” 22.
Se puede aceptar, como
condición general, que las actividades del sector público dirigidas a este sector se han orientado en la dirección de
dotarlas de recursos y conocimientos productivos y que se ha actuado teniendo
en cuenta criterios de focalización en su asignación.
Sin embargo, aunque haya
espacios de mejora en las modalidades de su aplicación, lo más probable es que
la ecuación no cierre por la falta de recursos básicos de las propias unidades productivas,
tanto en términos de recursos físicos como de carencia de capital social, lo
que devela fallas más sistémicas. Por tanto, estas condiciones que son más
generales pueden ser más significativas que lo que se podría criticar acerca de
la forma que asume la acción pública hacia
estas familias23.
No se trata de negar la
validez de la aplicación de instrumentos diferenciados por tipo de productor,
sino que intentar ver que existe un plano superior en que se ubica la necesidad
de un desarrollo que contemple la colaboración de los distintos sectores
sociales y productivos en una misma perspectiva de desarrollo. Esto supone que
la integración social y productiva debería estar en el análisis y diseño de
política por sobre la aplicación de instrumentos diferenciados.
Si se persiste únicamente
en la aplicación de políticas diferenciadas se seguirá contribuyendo a
consolidar una estructura social agraria caracterizada por la existencia de
realidades sociales y productivas paralelas.
El desarrollo de la
agricultura familiar se ha ido produciendo, cada vez más, en dependencia a su
acceso a recursos públicos o de la cooperación internacional. Esto lleva a que
la crítica permanente de todos los sectores involucrados no sea,
necesariamente, injusta, toda vez que esas políticas no han estado acompañadas
de resultados observables y generalizados en esta población.
Según la estimación de
los recursos orientados a la AF, en promedio, el 50% de los gastos directos del
sector público agrario se dirigen a AF en forma de servicios como extensión o
educación y con una gran cantidad de proyectos muy diversos, que desde el 2012
al 2018 alcanzaron unos 647 millones de dólares, esto significa un promedio de
USD 92 millones anuales.
Dado que el MAG opera en
gran medida orientado a este sector social y productivo, al menos un 50% de sus
gastos administrativos deberían entenderse como parte de la gestión de esos recursos,
con lo cual el esfuerzo estatal es aún mayor que las cifras indicadas
previamente.
Si se mantiene esta forma
de enfrentar el problema, probablemente, con mejoras en los instrumentos, es
posible que se logren algunos resultados, pero, se puede pronosticar, que difícilmente,
la agricultura familiar adquiera un motor propio de crecimiento homologable al que
dispone la agricultura empresarial. Sea por su déficit en materia de capital
social, por la escasa cantidad de recursos a los que tiene acceso o por las
deficiencias observables en su aplicación.
En estos términos, la
política hacia la agricultura familiar, que es el sector social donde se concentra
gran parte de la pobreza rural, debería tener un pie en su propio desarrollo,
sin manejar demasiadas expectativas en el corto plazo y a la vez, diseñar
acciones que permitan la integración de buena parte de esta población en la
agricultura empresarial y agroindustria, sea como proveedores de productos a
través de agricultura de contrato, o en tanto población en condiciones de ser
ocupada de manera asalariada dentro de las dinámicas de producción empresarial.
Si
esto se formula como estrategia de largo plazo, se puede diseñar un apoyo
relativamente estable a la producción de la agricultura familiar y un apoyo
gradual pero creciente hacia la formación de capital social dentro de la
población que la conforma. Pero, para que una estrategia de este tipo tenga
éxito, se requiere del aporte y compromiso, no solo de los pequeños
agricultores, sino que también del Estado y especialmente de los representantes
de las grandes empresas exportadoras que deberían describir cada vez con mayor
precisión sus requerimientos de mano de obra y de la calificación que resulta
necesaria para que esos empleos sean productivos.
20-
El Registro Nacional de Agricultura Familiar (RENAF), en su Manual Operativo de
2010, y citado en la Ley 6.286 (2019), define agricultura familiar como la
actividad productiva rural que utiliza principalmente fuerza de trabajo familiar
para la producción de un predio. Además, a lo largo de un año agrícola no
contrata un número mayor de veinte jornaleros asalariados (de manera temporal
en épocas específicas del proceso productivo); los propietarios de la unidad de
producción residen en la finca y/o en comunidades cercanas y no utilizan, bajo
condición alguna, sea en propiedad, arrendamiento, u otra relación, más de 50
ha en la Región Oriental o 500 ha en la Región Occidental, independientemente
del rubro productivo.
21-
Ver resultados de la gestión del MAG en Anexo 4. Además, existen experiencias
exitosas, que se pueden mencionar como el Programa de Desarrollo Económico
Rural – Zona Norte, http://www.cadenasdevalor.org.py/ o las conclusiones que se
derivan del proyecto Modernización de la gestión pública de apoyos agropecuarios
(PR-L1001) del BID.
22-
Presentación del Presupuesto del MAG 2020, ante la Dirección General de
Presupuestos del Ministerio de Hacienda, abril 2019.
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